Hacia la actuación final (I)
Diego escribe:
Hola, majos/as. Ya sé ke ha pasado mucho tiempo desde ke escribí las crónicas de los dos primeros días de Ortegalia, pero es ke me disipo…
Akí seguimos pues con las aventuras de estos bravos hidalgos, cada vez menos, por cierto, porke, como comentamos en la anterior crónica, ya sólo eran 4 Pitillos los ke iban a seguir deparando alegrías a galegos y galegas. Estos eran, Eva, única fémina, pero bien escoltada por los aguerridos Diego, Isma y Piojo Pitillo. Todos ellos bien pertrechados, aunke todavía kedaba por decidir kien haría de redoblante.
Partieron esos 4 ilustres músicos de La Coruña, y con la intención de ganarse la indulgencia (de pecadillos veniales principalmente), se acercaron a la Santa Ciudad Compostelana, aprovechando la celebración del año Xacobeo. Pues esto es ke admiraron Palacios, Plazas, viandantes y viandantas, y como no, cumplieron con la visita al Apóstol Santiago, del ke se comenta ke antes de empezar a cargarse moros, era aficcionado a tocar dulcimías y timbales. Ya limpias sus nobles almas, se dirigieron prestamente a reponer fuerzas en una conocida taberna: el menú, ya acostumbrado por lo sano de sus componentes: mejillones, berberechos, lacón, ribeiro… productos de la tierra. Tras el bien ganado sustento, y tras llamar a sus augustos progenitores, se encaminan hacia Padrón, ciudad famosa por un excelso manjar, sus archiconocidos pimientos. Y no podían los Pitillo marcharse de allí sin degustarlos, y se de buena tinta ke no olvidarán akellos pimientos. Tras el café reparador marchan hacia el único lugar de las Rías Baixas donde habían encontrado fiestas, la enigmática Isla de Arousa, enclavada en la mítica Ría de Arousa, famosa en otros tiempos por las razias de los piratas más temidos de la costa galega, los vikingos. (Recuerden vuesas mercedes ke los Pitillo habían sido mal informados, y no pudieron acudir a su citas, ni en la festa do Callos, ni en la festa do Pan, ni en la festa do Miguelito). Allí ke se plantan nuestros protagonistas, y lo primero ke hacen es dirigirse al mirador, donde un Sagrado Corazón de Jesús les invita a disfrutar de unas de las vistas más bonitas de las ke hace gala ésta la nación galega. Unas cervecitas en el baile de tarde, y, tras cenar y engalanarse un poco, bajan a disfrutar de las festas do quintos, en las que chavales con la mayoría de edad recién cumplida, reciben las gracias de Baco, mientras bailan al son de una orquesta muy “tradicional”. Aunque no son las fiestas favoritas de los Pitillo, se integraron como aunténticos señores y trabaron amistad con bastantes isleños, y otra vez el Sol le dijo ke era hora de volver a casa. Dormitaron en plena naturaleza y tras reponer fuerzas con un frugal desayuno, partieron hacia de uno de los puntos señalados de tan peculiar viaje: “El Jalaiko Rock”, que contaré mañana, ke ya es muy tarde.
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