viernes, marzo 05, 2004

...Pues sigo con la crónica

Nos situamos, una nevada espectacular y Los Pitillo tocando. Los copos níveos acariciando cada nota, cada compás ke producían los dedos ateridos de Los Pitillo. Un ratito de actuación y a los bares. Confusión (mucha gente en los bares). Y se hizo la luz, salió el Sol en Miróbriga. Y como no, empezó a aparecer lo mejor de cada casa, ke, atraidos desde las profuncidades del averno, se unieron con Los Pitillo para dar unas dianas un poco descafeinadas por todo Ciudad Rodrigo (saludos al de la Cabeza de vaca, buen tamborilero y al Ávila, un poco pesado con el moscatel). Las dianas acabaron en el hogar del jubilado, con un caldito calentito con jerez entre las manos, heladas de tanto tocar a la intemperie, un caldito ke lleno de energía los cuerpos ya bastante agotados de Los Pitillo. A partir de ahí empezo a calentar Lorenzo, y nuestros apuestos protagonistas, movidos por una mágica fotosíntesis, desenfundaron de nuevo armas musicales para deleitar de nuevo a los merobrigenses ke se empezaban a congregar en la emblemática plaza de toros. Hubo ke hacer frente a la temida charanga ke amenizaba el otro extremo de la plaza, pero enseguida se vio lo ke kería el respetable, kañita tradicional castellana (mención al Ávila ke le pilló el toro como 600 veces). Y de allí, a los chiringuitos de la plaza. Y otra vez jotas, y pasodobles y vino en porrón y altramuces, ke nunca está de más llenar un poco la barriga. Y todo el mundo kería saludarles, unos de Aranda, los de las peñas... y unas se kedaron pegadas, dos princesas foráneas (vease Britania y Germania) ke como musas inspiradoras, incitaron a Los Pitillo a tocar un poco más para el respetable. Luego, a los bares, a bailar música moderna. Y a eso de las 6 de la tarde se dio el cisma. Diego, Javi y el Nebre, cansados de mariposear alrededor de las damiselas, se furon a dar una vuelta, mientras los bellos Isma y Piojo se kedaron, incapaces de resistirse al influjo malvado y sensual de las exhuberantes princesas del norte. Por tanto seguiré con las aventuras ke les sucedieron al grupode los tres valientes.
Como en toda buena historia hubo catástrofe. Iba Diego caminando sin preocupaciones, liberado del yugo ke le había impuesto la beldad británica, cuando un cristal traicionero le atraveso alpargata piel y carne. Sus compañeros, prestos, le llevaron en volandas a la enfermería de la plaza de toros, y tras las gestiones de rigor, y por la rapidez del traslado, no hubo ke lamentar amputaciones, todo se saldó en un vendajillo y betadine. Eso si, Los Pitillo no podían marcharse así como así. En seguida, un Guardia Civil les reconoció (un picoleto, manda cojones!!!): “Sois Los Pitillo?, tocaros algo”; no es costumbre de los pitillo negarse a las peticiones de las Fuerzas de Seguridad del Estado Español, así ke desenfundaron instrumentos y echaron “La Serranita”. Despues, y a pesar de la leve cojera de Diego, habían de cumplir un compromiso. Al mediodía, habían kedado con los ilustres de la peña “El Encierro”, para tocar unos temas en la sede. Así ke se encaminaron hacia allí, donde fueron recibidos con vítores y salvas de aplausos. “Antes de todo, ke no les falte de nada a los músicos”, gritó alguien desde detrás de la barra, y empezaron a desfilar por las fauces de unos ya un poco hambrientos Pitillos, todo tipo de viandas de la tierra, regadas por un vino ke no desmerecía al lado de esos manjares. Y tocaron, tocaron, tocaron, y los de la peña (media de edad 55) bailaron y bailaron y bailaron (da gusto tocar para gente entregada). Pero llegó el final, y había ke encontrar al resto de los Pitillo. Se reencontraron en la Plaza, y, tras una paradita más en los bares donde el Piojo se echó novia, Isma y el Nebre se fueron a la cama (o coche, como lo keráis llamar). Pero los tres restantes todavía tenían cuerda para ir a las barracas. Montaron en el Saltamontes, tiraron a la carabina (doy fe de su puntería pues sacaron premio) y luego a dormir comodamente sobre el mullido asfalto y arropado por los 4 grados bajo cero ke debía hacer a esas horas de la mañana. Al día sigiente, antitetánica, comer de menú (sin sopa, imaginaros a Diego) y para Madrid con la calefacción a tope para ke sus pobres cuerpecillos recuperaran el calor ke se kedó tras cada eskina de ese maravilloso pueblo ke es Ciudad Rodrigo. Nada más, pero ya falta menos para el siguiente carnaval del Toro.
Perdonad por la inmensa brasa, a ver si aprendo a resumir.

Diego Pitillo
Dulzainero de los Pitillo